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La personalidad, ese personaje…

Hablar de personalidad es jodido porque todas tenemos una y todas, o la gran mayoría vaya, nos identificamos con ella. Es decir, creemos ser quienes creemos que somos. Y cuestionar este pilar -tan abstracto además-, es poner en peligro toda la estructura de nuestro sistema de pensamiento.
Esa alerta, en forma de voz interna, proviene del ego, de la voz que nos habla todo el tiempo y de la que apenas tenemos conciencia. El ego es lo opuesto a la esencia, del mismo modo que la inconsciencia lo es de la consciencia y la personalidad, de la individualidad.
Cuestionar la personalidad propia es complicado sobre todo, si primero no tenemos claro su significado y ‘nos parece’ que ya estamos bien como estamos.

Veamos,
para entender la construcción de esa personalidad -en nosotras- debemos remontarnos a nuestra infancia más tierna, a nuestra esencia. Estamos hablando desde el momento en que nacemos y hasta los 3-4 años.
Hasta ese momento no tenemos conciencia de pertenencia y por lo tanto, nuestro actuar, la manera en la que nos relacionamos y la creatividad que desbordamos a cada momento es pura, es real, es auténtica. Somos seres inocentes e incondicionados.

A medida que vamos creciendo (6-7-8… años), esta autenticidad empieza a desvanecerse poco a poco, de manera sutil pero constante hasta llegar a la adolescencia.

El propósito es ADULTerado y nuestro deseo pasa a ser otro: Queremos y necesitamos ser aceptadas por nuestro entorno  (familia, compañerxs de escuela, amigxs del parque…) por eso mismo empezamos a ‘actuar’ de modo y manera que nuestro comportamiento, nuestra manera de ser y de expresarnos, agrade a los demás. Sí, aunque ese actuar vaya en contra de la propia naturaleza interna. Pero como no nos damos cuenta, lo hacemos sin más.
Así es como vamos generando nuestra personalidad hasta llegar a la edad adulta: con lo que los demás dicen que somos, con sus valoraciones, descalificaciones, improperios, piropos, opiniones al respecto… Y de todo ese mejunje variopinto y ecléctico que se nos cuela hasta la médula, se forja la idea que tenemos de nosotras mismas en la cabeza.
Es decir, la creencia que nos dice quienes somos. O dicho de otro modo…
Lo que nosotras creemos que somos.

Y con esa creencia es que construimos las bases de nuestra -escasa y parcial- valoración personal, de nuestras relaciones y de nuestra realidad. Y así nos va.

Lo preocupante de todo esto no es solo que nuestra personalidad esté tan ‘trabajada’ que se haya convertido en nuestra primera piel y no nos demos ni cuenta, sino que lo verdaderamente alarmante es ya no quede conexión consciente con nuestra esencia, donde realmente habita todo nuestro potencial.
De hecho, la inconsciencia imperante en nuestra sociedad nos lleva a vivir en la mediocridad de nuestras personalidades, no en el potencial de nuestra individualidad y de ahí precisamente es donde nace el ‘vacío interior’ que muchas personas sienten, de esa desconexión.
Inconscientemente generamos una brecha interna que nos separa y desconecta de nuestro Ser Interior y que a base de creencias, lo entierra bien al fondo de nuestro verdadero Yo.  
Actuando desde nuestra personalidad (desconexión) y no desde nuestra individualidad (conexión), nos convertimos en esclavos de expectativas ajenas y vivimos nuestras vidas intentando satisfacer esas creencias externas sobre nuestro falso yo.
P E R O,
si te fijas, todo esto no son más que creencias, no es conocimiento verdadero.
Lo interesante, y sanador, es empezar a ver que para alcanzar la consciencia plena (y poder vivir esa vida de paz y tranquilidad que tanto se desea) es necesario realizar un camino de introspección. Un viaje personal que transite desde la personalidad hasta la esencia. Desde el Ego hasta el verdadero Yo*
El viaje de re-conocimiento de la individualidad te lo mostraré, en breve, en otro post.
El primer paso de este camino se basa en reconocer a nuestro falso yo, en sacarle la careta y poner al descubierto ese ego que nos parasita la cabeza. Y para ello, tenemos la herramienta perfecta: El eneagrama.
Una herramienta muy en boga últimamente y que yo descubrí de la mano de Claudio Naranjo primero y Borja Vilaseca después, hace unos años ya. Fue la primera vez que me puse a trabajar en mí, pero de verdad.
NOTA: En ningún momento quiero decir que tener una personalidad sea malo o contraproducente. No, todo ego tiene su utilidad, por supuesto. El problema está, cuando nos identificamos con él y nos olvidamos de quienes somos en verdad.


Por lo general, una vez nos damos cuenta que tenemos una personalidad y comprendemos su origen y su función -y hasta qué punto somos esclavos de ella-, emerge en nosotros la posibilidad de elección: seguir apegados a la rigidez del personaje y su carácter mientras enarbolamos la bandera del ‘así soy yo y esto es lo que hay’ (aunque esto nos produzca insatisfacción e infelicidad) o apostar por la posibilidad de ahondar más allá para comenzar a reconectar con nuestra esencia y descubrir QUIEN SOMOS en realidad.

Dicho esto…

El eneagrama es una especie de mapa que describe 9 tipos de personalidades (eneatipos) y que nos ayuda a comprendernos mejor y a entender las des/afinidades que podamos tener con otras personalidades (conocidos, amigos, familiares).
Conocer nuestro eneatipo -o personalidad arquetípica- nos permite trazar estrategias en base a las características propias para empezar a deshacernos de determinados patrones de pensamiento, sentimiento y comportamiento que determinan nuestra existencia (normalmente para mal)




Te decía al principio que hablar sobre la personalidad es jodido, y la verdad es que nos podríamos extender una eternidad y/o entrar en debates internos sobre si esto es así o asá, pero siento que antes de seguir avanzando, sería buenísimo que todxs conociéramos un poco mejor nuestra personalidad para poder trascenderla -cada cual a su debido momento- y así comenzar a tomar consciencia de quienes somos realmente y en verdad.
El camino hacia la Esencia acaba de empezar… ¿Me acompañas? :)

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