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los bloqueos energéticos

Este artículo puedes LEERLO o ESCUCHARLO .
Yo lo he elaborado pensando en que sea leído, pero entiendo que a mucha gente le cansa leer y prefieren escuchar, por eso también lo he locutado en versión reducida (saltándome toda la parte de experiencia personal) para ir más al grano.
Deseo que sea de tu agrado :)

EL CONTEXTO

Todos los seres humanos, no importa donde hayamos nacido ni cuando, vivimos infinidad de experiencias a lo largo de nuestra vida. Desde que nacemos, hasta que morimos. Así de simple e intenso. De entre estos miles de millares de experiencias, hay un porcentaje interesante de experiencias ‘negativas’ (de las ‘positivas’ hablaremos en otro momento).

Por experiencias negativas entendemos aquellas situaciones o estados que generan en nosotros emociones de baja frecuencia (miedo, angustia, tristeza, apatía…) y que, al no saber cómo gestionar, canalizar o resolver, nos generan estados de estrés, ansiedad, depresión, etc.

Estas emociones ‘negativas’ reprimidas o no resueltas y que se han ido acumulando en nosotros a lo largo de nuestra experiencia, nos impiden vivir en pleno bien-estar.
Lo curioso es que, siendo ‘esto del vivir’ lo más natural y básico en lo que es ser un Ser Humano, nadie nos enseñe a enfrentar (que no enfrOntar) este tipo de emociones. A hacerles frente. Lo lógico y sensato sería que en las escuelas se dotara a los alumnos de recursos y herramientas que les sirvieran para la vida, Escuela de Vida, ¿viste? Sin embargo, esto no es así y a día de hoy, año 2020, el sistema educativo vigente no contempla en su plan de estudios, la educación emocional. Lo jodido es que, además de no enseñarnos y facilitarnos estas herramientas que nos ayuden a gestionar todo este torrente de experiencias, se nos incita a negarlas.
Este comportamiento, no es más que un patrón (inútil y horrendo) de la cultura occidental que parece empeñada en negar y ocultar las emociones humanas.

Este patrón se hace patente en expresiones y conductas que tienen el objetivo de ridiculizar, infravalorar o hacer parecer exageradas, aquellas situaciones en las que un niñx, una mujer o un hombre, exteriorizan sus emociones ‘negativas’ y por lo tanto, su vulnerabilidad.
Algunos ejemplos de estas expresiones que hemos normalizado -y que seguramente has oído, asumido y repetido en más de una ocasión- son: ‘No llores’, ‘no exageres’, ‘los niños fuertes no lloran’, ‘las niñas buenas no se quejan’, etcétera, etcétera.
Hemos normalizado la represión de las emociones sin ser conscientes del consiguiente impacto -ahora sí negativo e inevitable- que tiene en nuestra mentalidad, comportamiento y personalidad.

Cada vez que acallamos nuestro sentir, o cuando tratamos de ocultarlo o disimularlo, generamos en nuestro organismo una serie de pequeños bloqueos emocionales que a la larga, acaban transformándose en malestares (o enfermedades) físicxs convirtiéndose en grandes puntos de fuga energética. Como si hubiera un agujero negro (o varios de ellos) a lo largo de nuestro cuerpo. 


Y es que aunque esto tampoco se tenga muy en cuenta en las sociedades occidentales, nuestro cuerpo energético existe, es una realidad y está intrínsicamente relacionado con nuestro bien-estar.
De hecho, es la medicina oriental la que más presente tiene este aspecto y habla de una fuerza vital o ‘energía’ que es la que nos define como seres vivos. A esta energía en China y según la Medicina Tradicional China, MTC (reconocida en 2010 como patrimonio de la humanidad por la Unesco) se la llama Chi, en Japón es conocida como Ki, en India como Prana y aunque en castellano no existe una palabra que sirva como traducción, en catalán sí: esma.
Este Chi/ki/prana, es determinante en el estado de nuestra salud o enfermedad. Desgraciadamente, la medicina occidental, también llamada medicina alopática, no tiene demasiado en cuenta (por no decir en absoluto) nuestro cuerpo energético y por eso mismo, determinadas dolencias, problemas físicos o estados emocionales, son muy difíciles de tratar. No disponen de las herramientas correctas.

Igual, y ante la posibilidad de que -en este punto- estés cuestionándote si realmente tenemos un cuerpo energético o no, déjame que haga un inciso para aclarar esto.
Ante todo, quiero que sepas que tu duda es más que lógica ya que la estructura de pensamientos que sostenemos la mayoría, (debido a la educación recibida y a la información que conforma el inconsciente colectivo) no contempla este aspecto y esta nueva información puede resultarle -a tu mente me refiero- ‘extraña’, cuando no ‘falsa’.
Dicho esto, te invito a que seas escépticx y me acompañes en este mini viaje en el tiempo.
Veamos, si nos retrotraemos un poco y nos situamos en nuestras clases de ciencia en la escuela, podremos refrescar esas lecciones en las que se nos explicaba que lo que mantiene unidos a los protones y neutrones del núcleo de un átomo, y a los electrones con el núcleo del átomo, y a los átomos entre sí, no es más que energía. ¿Recuerdas?
Bueno, pues esto significa, ni más ni menos, que estamos hechos de energía y materia.
No quiero profundizar mucho más en este tema porque tampoco soy una experta así que si te interesa, te recomiendo que le eches un ojo al proyecto Resonance Science de Nassim Haremein. Altamente recomendable es su charla sobre el vacío.

Lo único que quiero que quede claro para poder proseguir es que, básicamente, somos energía. Y necesitamos, sí o sí, que esta energía que forma parte de nuestro cuerpo energético fluya sin obstáculos a lo largo y ancho de nuestro organismo, por lo que, para que así sea, debemos tener muy en cuenta los posibles bloqueos energéticos que (sin tan siquiera ser conscientes) albergamos en él.

 

LOS BLOQUEOS ENERGÉTICOS, ¿QUÉ SON Y CÓMO SE ORIGINAN?

Para que nos entendamos y relacionándolo con lo que he expuesto al inicio de este artículo, los bloqueos energéticos son el resultado de situaciones emocionales no resueltas o mal gestionadas y que acaban impactando de forma perjudicial en nuestro cuerpo, generando obstrucciones en la circulación de la energía

Para comprenderlo mejor, puedes visualizarlo imaginando un río al que le vamos haciendo represas a lo largo de su recorrido. El agua, inevitablemente, va quedando atrapada en esos bloqueos, impidiendo que el cauce fluya. ¿Sí?

El problema de estos bloqueos o represas es que no solo no desaparecen una vez se crean, sino que a medida que vamos viviendo y vamos repitiendo patrones y situaciones, estos bloqueos se hacen cada vez más grandes y adquieren solidez -en su sentido más literal-. Cuando uno de estos bloqueos es lo ‘suficientemente’ grande como para impedir la libre circulación de energía por nuestro cuerpo, se manifiesta la enfermedad.
Sin embargo, no es necesario llegar a ese extremo para sentir los síntomas del poco torrente energético que tenemos en nuestra cotidaneïdad.
El cansancio contínuo, el agobio permanente y el sueño no recuperable (así como la falta de vitalidad o la apatía frente a la vida) son algunos de los síntomas evidentes de este desequilibrio energético, sin embargo, la mayoría de personas de las sociedades industrializadas se han/nos hemos acostumbrado a vivir permanentemente de esta manera.
Y sí, ya sé que así es como se vive en gran parte del mundo capitalista, pero que hayamos normalizado una anormalidad, no la convierte en norma. Por suerte para todas :)
Así pues, los ‘primeros síntomas’ pasan desapercibidos y los bloqueos siguen sumando puntos y adquiriendo más y más fuerza hasta el punto, como decía hace unos momentos, de transformarse y manifestarse en enfermedad, ya sea física o mental.
Además, estos síntomas y/o bloqueos, nos llevan -inconscientemente de nuevo- a generar corazas protectoras que inevitablemente, nos separan y nos alejan de nuestra propia esencia convirtiéndonos en seres poco auténticos (y por lo tanto, poco libres de pensamiento y de accionar).
En este punto de dolor físico o malestar emocional sostenido en el tiempo es que comienza, para muchas personas, un periplo de médicos y medicamentos para solucionar estos problemas. Desgraciadamente, para la mayoría de estas personas, el periplo se acaba convirtiendo en una travesía por el desierto buscando soluciones en los recovecos de la medicina tradicional.

Y esto lo sé, porque yo lo he vivido. Y aquí es donde este artículo toma una vertiente más personal puesto que llegados a este instante, no puedo seguir avanzando sin revelarte mi propia experiencia personal. Fruto de la cual, ha nacido este artículo :)

 

MI HISTORIA….

Verás, para hacerla corta te diré que hace un par de veranos atrás me diagnosticaron tiroiditis de Hashimoto. Una disfuncionalidad de las tiroides que según los médicos alopáticos, tiene un origen incierto, una curación poco probable y una dependencia a una pastillita hasta que ocurra el milagro o hasta que me muera. Todo esto repito, según la visión tradicional. Tras este diagnóstico inicial, y como puedes imaginar si me conoces ni que sea un poquito, me puse como loca -literalmente- a buscar TODA la información posible sobre este ‘mal’. Al toque descubrí que se trata de una enfermedad autoinmune, es decir, generada por mi propio cuerpo al percibir una serie de glándulas y hormonas, como enemigos para mí. Una cosa muy loca la verdad.
De repente visualicé mi cuerpo en plena guerra civil, sabiendo que los dos bandos formaban -y forman- parte de mi propio organismo y que en este contexto, no había -ni hay- victoria absoluta. Fuera como fuera, o sea como sea, siempre hay una parte de mí, que pierde en esa lucha.
Comprendido esto, mi razonamiento lógico e inmediato fue el de concluir que si mi propio cuerpo se había desequilibrado y enfermado, debía ser mi propio cuerpo quien se equilibrara de nuevo y volviera a sanar.
Todavía recuerdo la cara de sabelotodo del médico alo -y anti- pático que me trató en un primer momento. Su respuesta fue ‘tómate la pastilla y déjate de cuentos, nena’.
Sin embargo, mi Èlia de entonces, que con el paso de los años se ha ido convirtiendo en incrédula y escéptica, no asintió y bajó la cabeza sino que (además de empezar a tomar la pastilla necesaria) se puso a investigar, bajo esa premisa básica de ‘si yo me he enfermado, yo me puedo curar’.
No puedo decirte cuantos libros y ensayos habré leído en estos dos años ni en cuantas ramas de la ciencia me he adentrado buscando respuestas, lo que sí sé y puedo compartirte con total certeza es que de una forma u otra, todas me han ido llevando a un mismo lugar: mi YO interno.
Patrones, traumas, heridas y creencias que sucedieron un día en mi YO del pasado y que al no ser resueltas ni atendidas, se fueron acumulando y solidificando, de la manera que te he mostrado unas líneas atrás.
Cuando me di cuenta de esto, vi que la solución no estaba en lo ya conocido (medicina tradicional) sino que era mi deber explorar esos otros caminos que iban en paralelo al camino principal y que hasta ese momento, no había tenido en cuenta.
Ahí descubrí que mi cuerpo no es solo mente y materia sino que principalmente es energía, y que si bien la causa aparente de esa dolencia era psíquica (mental y emocional), la causa real era un desequilibrio en mi cuerpo energético.
Llevaba años viviendo una vida que no acababa de sentir del todo mía y sobre todo los últimos años había vivido a un ritmo muy frenético. Había estado dándole duro a mi energía masculina con el hacer-hacer-y-seguir-haciendo y había entrado en modo de ‘baja batería’ así que había empezado a tirar bruscamente de mi otra batería, la energía femenina, y a esas alturas de la vida, estaba quedándome seca. Literalmente, sin energía. 

Y ojo, esto que te digo ahora con tanta determinación, me ha costado mucho asimilar. Yo, que soy hipercerebraica y que le doy tanta importancia a mi mente y a todo lo que tenga que ver con un discernimiento lógico y racional, he sido muy reticente a creer que la solución a mi problema físico, tenía un origen no sólo psíquico, sino también -y principalmente- energético.

Así pues, una vez des-cubierta esta información, no me quedó otra que actuar. Han sido dos años de probar distintas terapias y terapeutas. Al principio un poco a la babalá, luego con mucha más cautela y conocimiento. Lo interesante con esto, (y esto enlaza con una publicación de IG que hice hace poco) es que tras este probar, ver, sentir e integrar, me he dado cuenta que hay un patrón común en el objetivo de la terapia y que trata simpleMente, de hacer consciente lo inconsciente. Es decir, de sacar a la luz lo que se acumula en nuestra oscuridad. Cada terapia con su modo y su manera, claro está. Algunas a través del campo emocional, otras a través del cuerpo energético y alguna más a través de la acción indirecta del subconsciente. Lo importante -e interesante, repito- es que gracias a este proceso he descubierto, que ESA es la clave para transformar -y no solo cambiar- nuestra vida y existencia, y con ello y como no, nuestros malestares y dolencias.



Mi proceso pues, ha consistido exactamente en esto: investigar al principio sobre la enfermedad en sí, buscar cuáles son los factores psicológicos que la desencadenan y de ahí en más, tirar del hilo y empezar a ver cosas que hasta ese momento, o no sabía que estaban ahí (y lo estaban, y de qué manera) o no había visto bajo la luz de la consciencia.


Gracias a esta exposición es que he podido sacarlas de mi mente y ver su somatización en mi cuerpo a través de los bloqueos energéticos que se estaban manifestando con enfermedad y malestar. Gracias a esto también, es que he podido buscar diferentes terapias que me han ayudado a abrir esos canales, trabajar en ellos corpóreamente y deshacer así, esos nudos o bloqueos que impedían que mi energía fluyera de una manera correcta.
A día de hoy, la enfermedad sigue remitiendo y siento que una nueva ola de vitalidad -ya olvidada y casi extraña para mí- me recorre por dentro.
No ha sido (y no está siendo) un camino de rosas, pero sí que este andar está siendo un viaje lleno de auto-descubrimientos, de despojarme de mucha basura inconsciente y de dejar espacio para mi verdadera Esencia.

Igual, OJO, déjame recordarte que no hay una fórmula mágica para todo el mundo sino que cada persona (con sus correspondientes bloqueos) requiere de su propia fórmula con sus propios ingredientes. Las terapias que me han servido a mí, no tienen porque ser útiles para ti ni viceversa. Cada persona necesita una combinación específica de determinadas técnicas aplicadas de una forma muy concreta, en una secuencia muy precisa y adaptada tanto a la persona, como a los bloqueos localizados, como a la evolución que vaya experimentando por su propia cuenta.

Es por eso que no voy a hablar ni de mis terapias, ni de mis centros ni de mis terapeutas, porque la intención de este artículo no es redireccionarte o darte una ‘respuesta hecha’ sino que mi objetivo es que tú y por ti misma, empieces a cuestionarte tu Salud y que comiences a entender -desde este punto de vista- cómo y porqué se han originado TUS bloqueos energéticos, para que veas así cómo y hasta qué punto han limitado o están limitando tu vida y la calidad de vida que tienes en ella.

Lo que sí quiero explicarte, y ten en cuenta que esto lo hago según el conocimiento que me ha aportado mi propia experiencia, tiene que ver en cómo se comporta el cuerpo energético, cómo nos afectan los bloqueos energéticos y cómo estas terapias complementarias y alternativas a la medicina tradicional, actúan en nuestro organismo y producen unos beneficios manifiestos.

 

¿CÓMO NOS AFECTAN ESTOS BLOQUEOS?

Verás, siguiendo con el ejemplo anteriormente mencionado del río y las represas, ¿recuerdas? podemos decir que nuestro cuerpo energético (el río) está formado por un conjunto de ‘canales’ (los afluentes o arroyitos que desembocan en él) a través de los cuales circula un ‘flujo’ constante y global de energía de forma ininterrumpida y equilibrada (el agua). Cada vez que experimentamos estados emocionales negativos o vivimos experiencias que tienen un impacto emocional negativo en nosotrxs, es como si un castor (la vivencia negativa) hiciera una represa en nuestro río haciendo que el flujo del agua, se mueva a una velocidad o caudal distinto al habitual (es decir, generando alteraciones vibracionales en nuestro torrente energético).
Esto -y lo reescribo a modo de recordatorio y para enlazar con la respuesta a este tema- provoca dos situaciones.
La primera es que esta alteración en el flujo energético forma bloqueos (las presas en el río provocan pequeños estancamientos de agua) y que estos bloqueos (los mini laguitos) generan alteraciones físicas en la zona → dolencias, malestar, etc…
Y la segunda es que estos bloqueos (o mini represas), impiden que la energía (el agua) fluya correctamente por todo nuestro cuerpo provocando deficiencias en el suministro de ésta. Esto significa que al recibir menos energía, determinadas partes de nuestro organismo, empiecen a somatizar esa disfunción energética.

Una vez visto esto, también podemos ver que si activamos el ‘modo on’ de nuestra conciencia eco-lógica y miramos este río desde una vertiente de sostenibilidad interna, podremos darnos cuenta que es imprescindible, derribar o deshacer todas esas represas para conseguir así, que el agua, vuelva a fluir libre y naturalmente.
Es decir, si detectamos esos bloqueos y eliminamos la causa subyacente que los genera, podremos restablecer el equilibrio de nuestro organismo de forma completa.
Este equilibrio, a su vez, será la canoa que nos permita navegar tranquilamente por el río de nuestra energía interna y llegar así, a descubrir nuestra verdadera esencia. 

Llegados a este punto, quiero enlazar con algo que he escrito más arriba cuando te decía que no te iba a hablar ni de mis terapias ni de mis terapeutas… Y no, no voy a hacerlo, pero, teniendo en cuenta que quizás -ojalá- esta información que te comparto puede llamar tu atención y estimular tu curiosidad, sí quiero facilitarte algunas ventanas y puertas en las que te puedas asomar.

Quiero aclarar que no estoy recomendando ninguna en particular ni es mi intención que pruebes alguna o todas las terapias de este planeta. Por mi propia experiencia puedo decirte que al principio, y en base a cosas que desconocía de mí misma, erré (en sus dos acepciones) en la búsqueda de soluciones, pues probé cosas por probar, sin saber mucho de qué iban y sin interesarme especialmente sobre el tema. A medida que fui adentrándome en mí, y en este caso en mi linaje materno y en mis ancestrAs, es que fui dándome cuenta no solo del origen de mi enfermedad, sino en cuál era la terapia que a mí me podía ayudar a mejorar y a ver las cosas de otra manera.
Cada cual tiene su propio camino, su manera de ver el mundo y su forma de actuar, por eso no hay dos procesos iguales y por eso es responsabilidad de cada unx, el hacerse responsable de sí mismo y de su andar.
A mí me sirvió mucho guiarme por mi intuición, que se fue afinando a medida que la fui usando cada vez más y también me echó un cable la Vida -es su fin natural- trayéndome, a través de personas puntuales y aparentemente desconectadas entre sí, aquellos libros, terapias, eventos o audios que me acompañaron a ir haciendo clics.

 

CONCLUSIONES PERSONALES…

Si has llegado hasta aquí es porque realmente te interesa lo que estoy contando así que ya eres alguien un poco más familiar para mí, y me siento en confianza para contarte lo que, después de dos años, he descubierto en mí (sin entrar en excesivos detalles :)

Para mí, la disfuncionalidad que sufren mis tiroides sí tiene un origen y este se remonta a mi niñez, se acentúa en la adolescencia y se solidifica en los primeros años de mi relación de pareja con Juan, hacia los 21. La cosa es que durante ‘años y paños’ he acumulado millones de palabras no expresadas, tragadas, mal dichas, he dicho sí cuando en verdad era no y he renunciado a ideas, metas y sueños siempre en pos de ser una buena hija, una buena amiga y la novia perfecta. Este comportamiento respondía, en mí, a patrones, conductas y creencias con las que había convivido desde que tengo uso de conciencia. Mi Èlia de ahora dista mucho de la Èlia veinteañera, y en estos 16 años de experiencia vital que me separan de esa Èlia, he aprendido, he descubierto y me hecho cargo de muchos temas.
Gracias a esta tiroiditis es que he tenido que prestarle atención a mi cuerpo, a mis emociones y a todo lo que se escondía tras estas y así, de este modo y manera es que he tenido la oportunidad de ser honesta, revisar patrones y darme cuenta.
Gracias también a este ‘proceso’ es que he reaprendido una nueva forma de comunicarme, más asertiva, más clara y más directa. Comprendiendo que darme prioridad, a mí o a mis voluntades, no es ser ni egoísta ni ombliguera y que lo que la boca calla, el cuerpo manifiesta.

Dicho esto y para terminar, déjame que te comparta algunas de las terapias o herramientas -prefiero este último término- que yo he probado o de las que he oído hablar (BIEN) a personas en cuyo criterio confío.
Te recuerdo que solo comparto, no recomiendo así que no hay centros o personas, solo una pequeña introducción a cada una de ellas. Si te llama alguna la atención, sigue investigando por tu cuenta :)

clica en la imagen para verla más grande o descargarla.

Y ya, en este párrafo termina este artículo sobre el origen de los bloqueos energéticos, en qué consisten estos (sé que he usado mucho la metáfora del río, perdón) y cómo podemos hacerle frente elaborando nuestra propia fórmula magistral en base a los ingredientes: autoconocimiento, terapia y honestidad/consciencia/reflexión. Que parecen tres, pero para este caso, son sólo uno :) 

Los bloqueos emocionales son inconscientes, pero tú puedes usar la luz de tu consciencia para hacerlos conscientes y deshacer así, esos bloqueos para siempre.

PD: Colorín colorado, este artículo ha terminado.
Deseo que te haya gustado y si lo has leído entero, por favor déjame un comentario. No sobre el artículo (que también) sino porque quiero conocerte. No hay tanta gente que dedique parte de su tiempo a leer tan entusiastamente… :))

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