Llorar es de fuertes
Hay que ser fuerte. La vida es dura. Llorar no sirve de nada y tampoco te aporta solución alguna.
No creo andar muy errada si digo que -casi- todos hemos mamado estas creencias.
Y ¿Sabes qué pasa? Que y UNA MIERDA.
Que ser fuerte cansa, que nos llevamos al límite y que llorar no es rendirse. Que a veces la vida en minúsculas exige demasiado y ni nosotras, ni quienes nos rodean, son/somos conscientes de la sensación de vacío a la que eso nos lleva.
Y también que NO. Que no hace falta ponerse el mundo por montera y cargar con su peso sobre las espaldas. Que puedes relajarte. Que podemos relajarnos. Que no hace falta estar en alerta permanente porque ahí es donde la mayoría pierde el norte y no se da cuenta.
Que ser fuerte no es ser omnipotente, es ser consciente de nuestras capacidades límites y prioridades. Porque ser fuerte es saber priorizarse y saber que tenemos derecho a decir NO y BASTA. Que no vas a asumir más responsabilidades. Que necesitas descansar y estás en tu derecho a pedir tu parte porque quien necesita de ti, debe saber y comprender que también tú le necesitas y es importante.
Ser fuerte es estar bien con una misma, es cuidarse y respetarse y saber soltar aquellos lastres que impiden nuestro avance y son una carga -extra- que no le sirve a nadie.
Ser fuerte es por encima de todo AMARSE y amar a los demás, y no, no es una muestra de egoísmo sino de fortaleza, equilibrio y bien-estar.
Y sí, ser fuerte también es darte, darme y darnos el gusto de llorar y crear nuestro propio espacio, íntimo e individual, para nuestro desahogo personal. Para escucharnos, para atendernos, para secarnos las lágrimas, tomar decisiones y seguir avanzando por la senda de la Vida en mayúsculas. La VIDA real. La Vida en la que las lágrimas son vividas como herramienta de limpieza emocional.