Antes, medía mi grado de satisfacción con la Vida en función del balance entre “lo bueno y lo malo” que me ocurría.
Ahora ya no. Y YA NO porque de un tiempo a esta parte he descubierto que la vida es mucho más interesante vista desde otra perspectiva: la del aprendizaje.
Ahora, un evento (llamémosle loqueseaquepase) es una oportunidad para aprender y descubrir algo de mi misma. Consciente y voluntariamente me he convertido yo solita en un fascinante juego de misterio donde cada experiencia es una pista que me acerca, un poquito más, a mi verdadera esencia.
Y la siento, y cada vez veo más clara la melodía de la vida que me/te/nos rodea.
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Antes, cuando estaba muy desconectada, loqueseaquepase me afectaba. Mucho. Tanto para bien como para mal. Vivía en una puñetera montaña rusa emocional, así que los vaivenes y los picos eran muy bestias la verdad.
Ahora me siento cada vez más conectada y estoy comprobando que loqueseaquepase me impacta, sí, pero ya aprendí a darle la vuelta y ya me di cuenta que en verdad, es así y ya está porque la Vida NO ES sufrimiento. Solo hay que sintonizar la frecuencia correcta y actuamos con coherencia.
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Esto es lo que te va brindando el autoconocimiento y/o el camino a la esencia: comprender que no se trata de lo que me gusta o no, de lo que quiero o no (que ocurra) sino que en realidad el truco está en darse cuenta que la Vida, con toda su Inteligencia, nos da a cada uno lo que necesitamos para aprender a SER en nuestra experiencia terrenal.
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Me he dado cuenta -y sí, ya sé que esto de obvio parece banal- que la Vida puede ser muy gratificante si a cualquier vivencia le quitas las etiquetas personales y los gustos particulares y te fijas en los grandes aprendizajes individuales que te regala a cada momento y a cada oportunidad.
Es un no parar.
¿Y sabes qué? la mayoría no nos damos ni cuenta ni patrás.
Ojo, capaz que tú sí, así que si es así… cuéntame más ❤️🌿🌊