De los 12 a los 16 tuve un profe de lengua que me marcó mucho. Era un hombre menudo, de cabeza grande y muy mostachudo. Se llamaba sr.Gregorio y su propósito durante ese lustro fue hacernos comprender que en el mundo de la comunicación interpersonal hay una regla no manifiesta por la cual, el otro nunca nos entiende de buenas a primeras. O no de la manera que nosotrxs creemos que es LA correcta. Nos decía que las palabras tienen múltiples significados, acepciones y contextos y que si bien no podemos saber qué interpretación le dará cada cual, sí que podemos hacer el mayor esfuerzo para elegir nuestras palabras, y con ellas, transmitir -de la forma más clara y neutra- nuestra información y/o conocimiento.

Si me lo encontrara ahora le diría que AMÉN y le compartiría un descubrimiento personal que da sentido a esa disonancia intelectual que él comentaba tan a menudo. Sr. Gregorio, me he dado cuenta que eso ocurre porque cada cual está en SU mundo.
Y esto, que suena a medio obvio y medio absurdo, es una de las mayores causas de sufrimiento del planeta y va mucho más allá de las clases de lengua.

Así pues, -y para mí- el problema surge, no tanto del uso de las palabras sino de las creencias. Creemos que el otro ve el mundo (y lo interpreta y lo procesa) de la misma manera que la nuestra sin damos cuenta que cada cuál tiene SU propia visión, concepción y experiencia y que defender nuestra visión como si nos fuera la vida en ello, sencilla-mente, no vale la pena. Y no porque nuestra visión del mundo no sea válida o buena sino porque aunque lo pensemos, y por lo tanto lo creamos, nosotros -ni yo, ni tú ni nadie- NO somos ni esa visión. ni la ristra de pensamientos que se generan con ella…
Pero bueno, quizás esto, ya no tenga que ver con las palabras o con las clases de lengua o la comunicación interpersonal sino que esté más relacionado (o completamente conectado) con nuestro grado de conciencia…
¿Qué te parece a ti? ¿Te gustaría que hablemos de este tema?