Suena a catastrofista, aunque no lo es. Es un llamado a la acción directa con un mensaje de fondo muy esperanzador. O así lo siento yo.
Verás, este virus no es el primero de la historia ni será el último que viva la humanidad -eso ya lo sabes- solo que esta vez ha traspasado nuestra frontera espacial y “esas cosas fruto de la pobreza” nos están golpeando la puerta.
Los expertos dicen, además, que esto acaba de empezar y que las pandemias -de seguir como estamos- irán a más.
Así que sin alarmismo ni demagogia y aprovechando que nos estamos dando cuenta que las infecciones forman parte de nuestro ecosistema y no se van a marchar, es el momento perfecto para pararnos, observar y tomar decisiones para aprender, por un lado, a prevenirlas y por el otro, a convivir con ellas de ahora en más.
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Esto nos lleva a replantearnos dinámicas y acciones comprendiendo -ahora mejor- su interdependencia y su interconexión.
Para generar soluciones reales, viables y globales no podemos pensar únicamente en local (barrio-ciudad-estado) sino que debemos entender que somos un colectivo y que para lograr resultados tangibles y visibles necesitamos impulsar cambios transformadores. En esencia y en potencia. Cambios que abarquen las múltiples realidades coexistentes para propiciar colaboraciones y evitar colisiones.
Procesos dinámicos que nos permitan proteger los hábitats naturales en los que viven estos animales y conseguir así, que conserven sus microbios (tan beneficiosos para ellos, tan letales para nosotros) y evitar consecuentemente lo que los científicos llaman ‘un salto entre especies’. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Los virus no vienen a jodernos la vida y los animales, tampoco. Sean salvajes o no .
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