SERES IN-(SÚPER)-SENSIBLES
Ser insensible no está bien visto. Ser demasiado sensible, tampoco. Y encontrar el punto medio ideal que nuestra sociedad tolera… confunde a cualquiera.
Capaz que tú no pero yo de pequeña era la llorona, la que todo se lo tomaba muy a pecho, la que empatizaba too much. ‘Es que eres una sensiblona’ solían decirme en la escuela.
Y así crecí, creyendo que ser sensible era sinónimo de ser débil, frágil, vulnerable.
Crecí ocultando lágrimas, cierres de estómago y nudos en la garganta. Siempre fui así y confieso que gasté muchos esfuerzos -en vano- para cambiarme y dejar de sufrir, porque hasta ese momento, ‘ser sensible’ era una tortura para mí. Nunca lo conseguí la verdad, y me frustraba bastante ser de esa manera.
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Un día, por caUsalidades de la Vida, me hablaron de las Personas Altamente Sensibles (PAS) y me reconocí plenamente como una de ellas. Fue un verdadero descubrimiento que me permitió entender como la alta sensibilidad repercute y se manifiesta en emociones, sensaciones y pensamientos y como a través del cuerpo podemos comprender los procesos físicos, emocionales y mentales de ESTAS reacciones ante determinados estímulos…
También me sirvió -y esto es muy práctico- para detectar desde los 1os indicios, aquellas señales que nos dicen que se ha roto el equilibrio en nuestro cuerpo.
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Gracias a esta información, pude ver en mí cuales eran mis prioridades, límites y necesidades y entender que TODAS ELLAS necesitan (AUTO) cuidado y (AUTO) respeto. Integrando este aprendizaje me siento más equilibrada y ya no me voy a los extremos con tanta frecuencia, y sobre todo y lo + interesante: he transformado -que no cambiado- la relación con mi propia sensibilidad y he comprendido que bien canalizada, es un don que me permite potenciarme, compartirme con los demás y disfrutar con más presencia.
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