PROYECTAMOS TODO EL TIEMPO
No vemos a los demás como son sino como creemos que son. Por eso idealizamos, ponderamos, alabamos y enaltecemos (LO QUE SEA O QUIEN SEA) con la misma facilidad que denigramos, juzgamos, criticamos o envilecemos (SU CONTRARIO).
Y no lo hacemos porque seamos ‘buenos o malos’, sino porque nuestras relaciones son pura proyección.
Proyectamos todo el tiempo.
Por eso nos cuesta intimar. Ese es uno de nuestros más grandes bloqueos. Y eso es precisamente lo que necesitamos soltar.
Necesitamos desprendernos de la imagen y el constructo mental con el que hemos definido como son los demás en nuestra mente porque no se trata de quienes nos gustaría que fueran, sino de quienes son en realidad.
De quienes somos en verdad.
Proyectamos cuando vemos en otrxs, cualidades que existen en nosotrxs. Tanto para bien como para mal. A mí me ocurre. Y no es ningún pecado, es sólo un efecto secundario más de la educación que hemos mamado.
De hecho, una proyección es una propuesta mental de nuestro cerebro, una manera inconsciente de tomar distancia de aquello que nos duele, que nos molesta. Dicho de otro modo, una proyección es un mecanismo de defensa. El problema es que esa negación -instintiva y contínua- de nuestros sentimientos “negativos” solo refuerzan la repetición de patrones dolorosos y que nos incapacitan.
Igual, aquí no hay ni culpa ni vergüenza. Repetir patrones es un ejercicio necesario y vital, es más -para mí- es la propia Vida quien nos ayuda a crecer y sanar al proponernos estas situaciones iguales pero distintas, repetidas al final…
Como sea, y para terminar, déjame compartirte algo que he aprendido y descubierto a base de bucles, vueltas y estribillos (y que capaz te pueda ayudar) y es que la única forma de romper esta espiral que tira pabajo en vez de parriba es quedarse quieta y ACEPTAR.
Aceptar que estamos aquí para aprender a aceptarnos a nosotras mismas y para aceptar a los demás.
PD: GRACIAS por estar ❤️🙏🏼🌿