Por lo visto -y oído- estamos en guerra. Pero no es verdad. Aunque el establishment (gobierno, ejército y medios) se empeñe en comunicarse usando vocabulario bélico. No es una guerra, es una epidemia. No la primera de la historia, obvio, pero sí la primera que vive ‘esta’ humanidad.

Este virus está poniendo muchas cosas sobre la mesa. A nivel macro y a nivel micro, como colectivos y como individuos. Nos muestra incapacidades, ineficiencias y mucha -mucha- inconsciencia. Y también, las prioridades de cada sociedad. En la nuestra está dejando al descubierto la ineficacia del sistema neoliberal que durante más de una década priorizó el capital privado al ente público y también, como la administración actual presta más atención al Ibex que a la curva de contagio.
Por eso nos hablan de guerra. Porque en las guerras, el enemigo viene de fuera. Nos inyectan miedo para podernos manipular mientras nos mienten paternalistamente y nos intentan ocultar que el sistema sanitario está explotando y el económico es una bomba de tiempo, a tiempo real. Cuando en vez de informarnos con datos, respuestas y soluciones prácticas, lo hacen con demagogia barata y apelando a la unidad nacional.

El problema de este tono bélico en las comunicaciones -más allá de la inadecuación semántica y de la errónea contextualización- es el impacto emocional que provoca a nivel colectivo e individual. (La ansiedad, el estrés y la angustia cotizan al alza)

No necesitamos comandos y ordenes que nos asusten sino recursos que nos permitan tranquilizarnos, reordenarnos y volvernos a centrar.
Por eso, a cada día que pasa, veo más necesario disponer de un kit de herramientas propias e individuales que nos ayuden a vivir esta crisis/pandemia general.
Yo tengo el mío, lo he ido confeccionando a lo largo de estos últimos 15 años (desde que me diagnosticaron ansiedad) y en estos días me resulta muy útil la verdad.
Si te apetece, puedes leerlo aquí.