Si te fijas, a día de hoy y en nuestra sociedad -de consumo- la felicidad es el producto estrella. De hecho, es muy loca toda la industria que hay montada en torno a ella. Productos, servicios y especialmente EXPERIENCIAS, pensadas, diseñadas y creadas con un único fin: la venta.

A diario nos bombardean con miles de tips, guías y no sé qué otras mierdas, para que -en teoría- aprendamos a vivir más felices, (como si cada cual no lo supiera).

La cosa es que esta idea de felicidad que pretende ser universal y homogénea, nos lleva a caer -una vez más- en la sobregeneralización y la sobresimplificación de los mass media, que sesgan y tergiversan la realidad, mostrándonos caUsalmente vídeos e imágenes de lo que TIENE QUE ser LA felicidad.

Una felicidad basada en la actitud positiva y un sinfín de objetivos. En hacernos creer que ‘si quieres puedes’, cuando ya muchxs sabemos que esto no es tan sencillo. Pero es que a ellos, tu salud mental se la pela. En su margen de rentabilidad no computa la mucha frustración que te pueda generar el NO cumplir unas expectativas irreales creadas por SU concepto de felicidad.

Una felicidad, además, individual y narcisista que excluye y no contempla a (la de) los demás.

Y sí, ya sé que todxs ‘lo sabemos’, sin embargo, seguimos cayendo. Seguimos consumiendo sin tener en cuenta el impacto inconsciente que tiene en nosotrxs ese discurso de la felicidad materialista y resultadista donde se busca el bienestar y la satisfacción personal a costa de lo que sea.

En fin… llámenme ilusa, pero me gusta aferrarme a la idea que sigue habiendo MUCHAS personas que entienden la felicidad como algo individual e íntimo. Como un oasis de paz interna donde la exaltación no es sinónimo de alegría y donde se puede conjugar sin miedo, con la pena o la tristeza.

Personas que disfrutan de lo simple y en quienes la presencia de Vida es plena.

Personas como tú y como yo, que de a poquito y con cariño, vamos sacándonos la venda…

PD: Gracias por ser una de ellas ❤