Hoy quiero contarte un poco de mí, de algo que he aprendido en estos últimos tiempos y que capaz te puede servir. Va sobre sanar y seguir.
Verás, a mí siempre me dijeron que el tiempo (por sí mismo) cura las heridas y -con el tiempo mismo- he visto que no es tan así. Lo que SÍ he visto es mi tendencia intrínseca a ocultar cosas y hacer ver que no están ahí. Yo lo hacía porque creía que así iban a desaparecer (y con ellas, el sufrimiento que me provocaba) hasta que un día, tras muchos epics fails de la vida (y mucha autoterapia) me di cuenta que la cosa no iba por ahí y que las heridas no eran tan malas. De hecho, ahí descubrí y entendí que las heridas son como grietas a través de las cuales se iluminan las almas. Y se sanan.
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También me dijeron que sanar es TODO UN PROCESO: largo, difícil, complejo. Y real y honestamente yo NO lo he vivido tan así. Obvio que lleva tiempo, pero no por la dificultad del tema, sino por la falta de honestidad y autoestima que tenía y por tener que aprender a cultivarlos en mí.
Lo que yo he aprendido (y te quiero compartir) es que SANAR -básicamente- es un movimiento que consiste en reaprender a tocar CON AMOR esas heridas que siempre tocaste con miedo. Aprender a nutrirte de ellas y a usarlas en tu favor. A tirar del hilo, a sumergirte en ellas y a estar dispuesta a perdonar y a liberar todo tu dolor.
Es así como un día -casi sin darte cuenta- te empiezas a sentir mejor. NO totalmente feliz pero SÍ más segura, menos triste y más completa. Y lo mismo ocurre con tu niña interior. De a poco y con cariño también comienzas a hacer las paces con ella (es decir, contigo) y sientes como el nudo en la garganta se afloja, el pecho se libera, desaparecen las lágrimas y se suaviza el mal-estar interior.
Y sientes -porque lo vives en carnes propias- como la serenidad, la plenitud y la calma se van abriendo paso en tu corazón, porque al fin y al cabo, ‘de eso va la sanación’: de iluminar tu esencia y reconectar con tu verdadero Yo.
#selflove